Antonio Abreu Rodríguez
Ing. Civil, MBA.-
Sentado en la terraza de mi aislamiento, a la espera de que el indeseado invasor abandone mi cuerpo. Me siento como soldado herido, ansioso por retomar las armas para volver al campo de batalla. Esta guerra la ganaremos unidos, con la estrategia del repliegue.
La pandemia que emprendió vuelo en la ciudad de Wuhan, con escala en Lombardía, Sau Paulo y New York, llegó como si le faltara pimienta al sancocho electoral.
El virus indiferente al "algoritmo de octubre y sus hackers", ignoró el infortunio de febrero. Avanza raudo y veloz, mientras celebra como Joker redimido, que el mundo se detiene a su paso.
En marzo apuró la marcha aprovechando el movimiento para esparcirse, pues abril es para él y sus funestas estadísticas ¡Qué le importa Mayo y las presidenciales!
En la otra esquina la Junta Central Electoral. Le huele a muerte, pero sigue... Este trabajo se termina.
Un determinado Julio Cesar, cual entereza de un emperador romano, no le teme a virus alguno sin importar que quizás uno lo haya vencido antes. El imperio de la ley lo mantiene al pie del cañón.
El muy decidido presidente tuvo que desdecirse para montar en un mes el modelo que quiso dejar en el pasado y sigue siendo presente. Para fortuna de todos la tercera fue la vencida, el país lo necesitaba por lo que venía.
Con la mirada fija en mayo, la JCE, con anteojeras y todo, mientras la curva sigue creciendo y un Cisne Negro se vislumbra. El azar como categoría histórica, diría Raful el poeta. Puede suceder lo impensable cuando la pandemia lo permita.
Mientras tanto la pelota está en la cancha de los partidos políticos y de la sociedad civil.
Al Cesar lo que es del Cesar, pero no en tiempos de pandemia cuando la corona es un virus, no un laurel.
Y nosotros nos quedamos en casa, aplaudiendo a nuestros héroes... ¡Venceremos!